¿En tu lugar de trabajo reina el silencio o existe un ruido continuado de conversaciones y máquinas? Hay quien prefiere trabajar en un espacio en que no haya nada que altere su concentración, sin embargo para otras personas el hecho de que no se oiga absolutamente nada le provoca la contrario: desconcentración y estrés. Hoy queremos hablar del silencio desde el punto de vista del ombudsman organizacional y, sobre todo, su importancia dentro del entorno laboral.
Cada uno tiene sus preferencias a la hora de trabajar, pero está claro que, como en casi todos los aspectos de la vida, ningún extremo es bueno. Lo ideal es que la gente tenga libertad para hablar y lo haga de forma natural.
El síndrome del silencio
Se produce cuando en un espacio nadie alza la voz y se empiezan a producir murmullos y conversaciones a media voz. Esto acaba por generar una incertidumbre e inseguridad entre aquellas personas que no están implicadas y da lugar a multitud de rumores y elucubraciones. Ninguno de ellos son buenos.
No poder expresarse correctamente ni saber lo que otros piensan o comentan da lugar a estrés entre los empleados. De ahí que cuando no pueden aportar sus puntos de vista e intercambiar ideas con otros compañeros o superiores acaben por sentir que su opinión no es tenida en cuenta y solo importa lo que determina el alto mando.
Este silencio, además de favorecer la aparición de un ambiente enrarecido da lugar a que se corten las alas de la imaginación del personal. No se atreverán a ofrecer propuestas o soluciones entendiendo que no van a ser tenidas en cuenta. En ese caso, para qué molestarse siquiera.

Lo mismo ocurre con la aparición de un problema. Si no creen que vayan a ser escuchados, o al menos tenidos en consideración, no lo expresarán. De este modo se profundizará en el sentimiento de aislamiento e inseguridad. Todo ello no tiene consecuencias únicamente sobre los empleados, sino que afecta a todo tipo de espacios de la empresa, con unos resultados que pueden ser terribles.
Miedo a preguntar
La situación puede llegar al punto de que los empleados tengan miedo a plantear cuestiones relacionadas con su labor o puesto de trabajo. El hecho de pedir indicaciones, o una simple aclaración, puede suponerles un estrés tal que acaban por evitar hacerlo. Teniendo repercusión entonces tanto en el trabajo que desarrollan, que no están seguros de hacerlo del modo correcto, como en el propio ambiente en que lo desarrollan, puesto que no es el más adecuado.
El ombudsman, como hemos comentado en anteriores ocasiones, cuenta con las herramientas necesarias para conseguir mejorar la comunicación de los empleados y lograr que estos se abran. Así puede conocer la situación real de la organización y encontrar propuestas para que avance.