
Hemos hablado largo y tendido en los últimos meses sobre las funciones del ombudsman organizacional y cómo es un valor a tener en cuenta en cualquier tipo de empresa. No hay dudas respecto a por qué hay que contar con este tipo de profesionales, pero ¿sabes qué es lo que estos han de tener para ser un buen ombudsman?
Se trata de una profesión nueva y recién llegada a nuestro país, por lo que es normal que haya suscitado el interés de numerosas personas, que han podido ver en ella una salida laboral o un crecimiento en su carrera. Si estás interesado en convertirte en un ombudsman sigue leyendo, porque te interesa.
Se trata de un profesional formado en el campo de los recursos humanos. Aunque hemos diferenciado claramente sus funciones de las de este departamento no cabe duda de que hay varios aspectos en común y que todo profesional debe conocer. Va a trabajar mano a mano con el personal de recursos humanos, así que tener claro su funcionamiento le resultará de gran utilidad.
Organizado e independiente
El ombudsman trabaja en colaboración con otros departamentos, pero no cabe duda de que su labor es muy individual. Él se encarga de analizar la situación, comunicarse con los implicados y plantear una serie de sugerencias a partir de lo que ha visto y puede predecir. Para ello no cabe duda de que debe tratarse de una persona organizada e independiente.
Esa independencia se aplica también a su objetividad. Recuerda que aunque esté contratado, como empleado o consultor externo de la empresa, no forma parte de la dirección ni rinde cuentas ante ella. Su objetivo es encontrar la mejor forma de mejorar una situación, y para ello ha de no tener ningún punto de vista.

Ha de tener capacidad para formarse una idea de lo que ocurre en una empresa. De ahí que sea importante que tenga conocimiento del mundo empresarial, así como de la experiencia del empleado. Son las dos áreas en que se centrará su labor.
Discreto y con don de gentes
La discreción es una de sus señas de identidad. Dada la sensibilidad de los temas a tratar ha de ser una persona discreta. También ha de ser capaz también de generar un ambiente de confianza para que, aquellos con los que hable, se sientan cómodos al trasladarle su opinión o punto de vista sobre diversos aspectos relacionados con la empresa.
Para conseguirlo tener don de gentes y ser una persona comunicativa son dos rasgos que pueden ayudarle. Ha de ser también capaz de adaptarse a los diferentes estratos con los que se relaciona, desde la dirección de la organización a los empleados de cualquier nivel.